Capítulo XV: Pequeñas Vacaciones.

Una foto al cielo mientras espero el camión del gas. © Jonathan Suárez

   Tal vez podría considerar el tiempo que estuve alejado de esa manera, unas pequeñas vacaciones. Aunque literal, estuve quince días de vacaciones laborales hace algunas semanas, o bueno, catorce días en realidad. Lo cierto es que, entre fallas de luz, suministros de agua y la cuarentena radical no hice absolutamente nada, o al menos, nada mencionable.

   Es cómico para mí porque cuando empecé a escribir esto, todo parecía tener sentido, pero ahora nada lo tiene. Técnicamente en estos tiempos todo funciona así. Por eso tarde semanas en terminas este post.

   Tengo noches como esta, en las que me siento frente al computador con la vista fija en el cursor parpadeante sobre la hoja en blanco de Word y me hago la misma pregunta en la mente cuán Facebook en su inicio al preguntarte en Qué estás pensando, ¿esto que vivo cuenta como felicidad? Soy bastante inconforme en muchos aspectos de mi vida y me fijo objetivos a los cuales, de forma consciente, sé que estoy fuera de lo probable de alcanzar, pero el vivir en una constante incertidumbre me hace reformularme nuevamente la pregunta y cambiar de estrategia para terminar fracasando y reformularme nuevamente la pregunta para cambiar de estrategia.

   Unas pequeñas vacaciones son a veces todo lo que requerimos para volver a flote, esos pequeños instantes en que te desconectas hasta de lo más mínimo, donde no estás tras un mostrador manejando dinero o recibiendo insultos de cualquier desconocido; donde no esperas de forma ansiosa una notificación del celular informando un mensaje de tu novio en que pregunta como estuvo tu día, donde no hay amistades de ocasión o donde simplemente no hay nada que altere tu serenidad. Donde a pesar de no haber nada ni nadie no se tiene una sensación de vacío.

   Digamos que este año fue un periodo de prueba preadquisición de artículo, una pequeña bocanada de sabor, por así decirlo; y a pesar de muchas cosas malas y desagradables momentos, nos permitió apreciar algunos aspectos que, aunque temporales fueron para mi bastante resaltantes. La vida la complementa muchísimas matices, algunas de ellas con significados relativos o abstractos, retribuibles, renovables o bien, finitos, tal y como lo es el tiempo. El tiempo jamás se recupera, tú no vuelves a cumplir la misma edad nuevamente, no vas al mismo lugar en las mismas condiciones dos veces, lo que dijiste o hiciste ya no se deshace, aun y cuando viajes en el tiempo. Alrededor de cuatro meses de confinamiento sirvieron para una mierda.

   La cosa es que seguimos asumiendo como importante aspectos y bienhechurías que aun y ya no estando acá, no definirán lo que verdaderamente fuimos. Seguimos dejando en pausa vivencias a razón de esperar con quién vivirlas, pero sucede que en ocasiones esa razón se resume a una negativa del invitado a formar parte del momento. Planificamos y planificamos y en el momento menos pensado, aquellas que nunca imaginaste se marcharía de tu vida emprende vuelo en busca de nuevos horizontes. Y eso te hace sentir bien, aunque las extrañes.

   De seguro no entenderán ni madres lo que estoy escribiendo, o probablemente sí. Esto me pone de muy mal humor y a la vez, desmotivado. Así que, como no tengo con quien hablar, lo escribo. Probablemente en algún lugar habrá alguien igual que yo, pero descuida, todo estará bien. Respira profundamente y exhala todo de forma lenta hasta que tu ritmo cardiaco se aplaque. Recuerda que aun en tu habitación, solo y por un pequeño instante, unas pequeñas vacaciones pueden darte el respiro que necesites para acabar el día.


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